lunes, 25 de agosto de 2014

Viajes

El día comienza temprano.
La m50 tenuemente iluminada a ritmo de m83.
Dejaré mis pesadillas a 1811 km de distancia.
No me apena dejarte atrás.

Que soy de las que piensan en su pasado
como quien mira por un retrovisor:
ve lo que deja tras su paso,
y asegura que no le define.
Que soy de las que se sienten como en casa
cuando me elevo al mismo ritmo que el amanecer,
sobrevolando diminutas ciudades de papel,
a las que parece que no pertenezco.
Que es en los nuevos lugares que no has pisado
donde te conviertes en un anónimo más
a punto de conocerse a sí mismo.
Es donde no hay que lidiar con expectativas,
sino que las pones tú.
Donde cruzar la mirada con un extraño
es otra forma de empezar.

Y te conviertes a cada paso
en la simple conjugación del verbo ser en presente...
Me veo tan sencilla como una palabra,
que no cuenta con futuro ni pasado.

Yo soy de las que vive a base de instantes que se hacen eternos.
No sé si me gusta tanto viajar porque me pierdo
a la vez que me encuentro,
o simplemente porque me veo pequeña ante el mundo entero...
Y quién me iba a decir
que sentirse insignificante ante la inmensidad de un universo
me iba a hacer pensar
que soy grande,
muy grande.