lunes, 16 de febrero de 2015

Nieve

Un día de invierno,
dispersándose por todo un amplio cielo encapotado,
la esperanza se tomaba la libertad de salir volando,
alto,
intentando alcanzar a la nube que despedía fríos copos de nieve con un leve soplo de viento.
Junto a tanto frío,
tanto dolor,
mis manos entumecidas eran incapaces de retener aquellos sueños pendientes,
frágiles y ligeros,
que caían al suelo deshechos.

Un obstinado pensamiento me recuerda que
un día de invierno,
como el de hoy,
te tenía a mi lado,
tu calor y tus abrazos, de esos que te hacen sentir como en casa,
tenía tu sonrisa como tesoro y recompensa,
y la sensación de tener el poder de dibujártela si lo que veía eran tus lágrimas.

Maldita sea, este febrero se está haciendo largo...
Y tantas esperanzas quebradas me recuerdan esos miedos;
Esos ridículos miedos que se aferran,
que susurran finales tristes y corazones rotos,
que prometen soledad y vacío.
Esos miedos que hablan de no tenerte,
que dicen de perderte por siempre. 
Esos miedos a abandonar tantos recuerdos... enmarcados en forma de fotografía.
Esos miedos al olvido..
Y es que ¿quién no ha tenido miedo a olvidar?
O a ser olvidado...
Aunque es cierto que siempre se les puede dedicar un epitafio a esos momentos perecederos,
que los sepulte en el olvido con cariño.

El asfalto se va volviendo blanco poco a poco,
y mientras van cayendo gotas de lluvia heladas,
el frío parece confortar detrás de cristales empañados,
a través de una mirada vidriosa.
Siempre he pensado que la nieve hace de esta estación del año algo delicado y mágico;

Precisamente es tu ausencia la que hace nevar en el fondo de mi alma.

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